Análisis de Super Bomberman R

He escrito y borrado y vuelto a escribir el primer párrafo de este análisis un buen puñado de veces, intentando, por una vez, no divagar más de la cuenta e ir al grano, a hablar del juego, pero es que precisamente en esta ocasión me he topado con un título que no funciona separado de su contexto. Super Bomberman R fue uno de los primeros títulos publicados para la Switch de Nintendo, y tuvo una recepción bastante tibia. Las diferentes críticas exponían que el contenido que ofrecía no se correspondía con el precio al que había sido lanzado, y al lado de otros juegos con muchísimas más posibilidades, como Breath of the Wild, la mascota de Konami no tenía mucho que hacer.

Super Bomberman R, en su versión para PlayStation 4, Xbox One y PC, no aporta prácticamente nada que no hubiésemos visto antes, pero sí mantiene la fórmula clásica, sencilla e intuitiva de la saga. Hay que aclarar que esta versión no es exactamente el mismo juego que se publicó en marzo del año pasado, porque ha habido una serie de actualizaciones que han añadido personajes y mapas nuevos para el multijugador. Aun con esto, no puedo evitar sentir que el juego se siente un poco fuera de lugar en estas plataformas.

Me explico: el modo historia, aunque corto - son apenas seis mundos con ocho niveles cada uno - en su opción de dificultad más sencilla, cumple a la perfección su propósito de servir de calentamiento e introducirnos a los conceptos básicos, en caso de que no los conociéramos. Es decir: todo eso de movernos por la cuadrícula colocando bombas para derrotar enemigos, posicionarnos de forma que la explosión no termine llevándonos a nosotros por el camino, destruir elementos concretos de nuestro entorno, y obtener modificaciones de potencia, velocidad y habilidades para hacer esta tarea más fácil. En cualquier momento, podemos introducir un segundo jugador a la partida, compartiendo las vidas entre los dos a cambio de doblar la potencia de fuego (y también los riesgos asociados a que esto suceda). Funciona bien, sobre todo, para introducir a las mecánicas a los jugadores nuevos que quizás no estén interesados en jugar en solitario. El modo cooperativo no es particularmente dinámico, pero sí mejora muchísimo la experiencia porque genera este tipo de situaciones en las que necesitamos comunicarnos en voz alta con el otro jugador para entendernos. En la versión de Switch, introducir a alguien al juego es tan sencillo como utilizar uno de los dos Joy-Cons que vienen con la consola; en PS4 y Xbox One, tuve que pedirle a alguien que trajese su propio mando para venir a jugar a casa, porque yo no tenía más de uno, y una vez nos encontramos frente a la televisión, fue inevitable pensar que el catálogo de la consola nos ofrecía muchas mejores opciones para esos dos mandos que la enésima reinterpretación, casi idéntica, de un concepto nacido en los ochenta.

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