Análisis de Dirt Rally 2.0

En los videojuegos, un poco como en la realidad, la categoría de rally se ha diferenciado siempre del resto de propuestas dentro del mundo del automovilismo a través de su presentación, ya sea por lo sobrio de su embalaje como por las sensaciones que transmite, mucho más humildes y terrenales. Si cogiéramos a los tres grandes exponentes de la conducción y los comparásemos entre sí, veríamos que esas diferencias van más allá de lo superficial: en primer lugar estaría la Fórmula-1, el niño arreglado y limpito de la clase que sabe la respuesta o finge saberla adulando al profe; después la NASCAR, el chaval que ha pasado siete veces por la enfermería en el último mes por correr a todos lados e ir saltando de pupitre en pupitre durante el cambio de clase; y por último el rally, un chico modesto y taciturno que no da problemas hasta que le descubres quemando la esquina de su pupitre con un mechero para ver cómo huele el resultado. Tres filosofías dispares cuyo objetivo sigue siendo en el fondo el mismo: transmitir como buenamente pueden la pasión por la velocidad y el motor, sin sacrificar en el proceso todo aquello que las diferencia.

Esto mismo intenta Dirt Rally 2.0, retomando las bases que su predecesor asentó al romper con la fórmula efectista de sus últimas entregas y rescatando una idea tan sencilla y directa como la de sobrevivir a caminos estrechos, superficies deslizantes o caminos tan oscuros que Darth Vader les llama "maestro". Parte de la gracia del juego de Codemasters reside, de hecho, en olvidar cualquier tipo de presentación estrafalaria que tuviera lugar en el pasado y centrarse en nuestra pericia al volante, un reto mucho más complicado de lo que se nos sugiere a simple vista y para el que apenas nos da tregua.

Lo primero que es necesario señalar al respecto es la poca consideración que existe de cara sobre todo a los recién llegados. Hay, como suele ser habitual, numerosos ajustes que podemos tocar para traducirlos en ayudas y ajustar la dificultad al mínimo exigible, pero nada impide que nuestro contacto con la pista durante los primeros minutos suela ser boca abajo. Es desesperante, sí, pero también muy gratificante: uno de los mayores aciertos tiene que ver con nuestro proceso de formación como pilotos, que consiste en aprender a orientar bien nuestro coche en las curvas para arañar unos segundos al crono o, quizás lo más importante, dominar el juego de pedales y la dirección para reaccionar ante cualquier situación imprevista y así comenzar a acumular éxitos. Dirt Rally es aún así implacable en ese sentido, y nos fuerza a olvidar herramientas frecuentes como el rebobinado -podemos reiniciar todo el circuito, pero incluso eso viene limitado a cinco o menos intentos- para que entendamos que, como en la vida, solo tenemos una oportunidad para hacerlo bien y cualquier error puede tirar abajo una cantidad considerable de tiempo invertido.

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from Eurogamer.es https://www.eurogamer.es/articles/dirt-rally-2-0-analisis
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