Análisis de Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutants in Manhattan

La unión de Platinum Games con las Tortugas Ninja , un soñar despierto convertido en realidad a finales del año pasado, debía suponer para nuestro niño interior lo más similar al pan con azúcar y mantequilla de la merienda. Platinum, estudio que abandera la pasión por el arcade y el control perfecto, codo con codo -si es que las tortugas tienen eso- con los ninjas mutantes más ochenteros, molones y antropomorfos del planeta. Ni siquiera llevar al lado el nombre de Activision, que suman aciertos en productos similares (Transformers) pero también errores (James Bond, tus amigos no te olvidan), parecía dañar el entusiasmo con el que recibíamos la noticia, o la ilusión con la que aguardábamos la publicación del que para muchos, yo el primero, era uno de los juegos más esperados del año. Al fin de al cabo, con semejante equipo detrás y una propiedad intelectual tan potente como esta...¿qué podría fallar?

Una vez superadas las escasas tres, casi cuatro, horas de duración, la pregunta se convierte en un bumerán y nos acierta entre ceja y ceja con puntería certera. TMNT: Mutants in Manhattan no es solo el peor juego de toda la historia de Platinum, es que cuesta diferenciarlo de otros creados con la misma intención de monetizar la nostalgia de los fans; con el agravante de que dichos sacacuartos suelen venir de estudios con un nivel de talento muchísimo menos contrastado que el de los japoneses. No importan los hechos que rodean su gestación a la hora de valorarlo: Sí, es posible que no hayan tenido tiempo suficiente para su desarrollo, que contaran con recursos muy limitados o que por fin estén pagando su sobreexplotación de juegos en el horizonte. Da igual, porque nada de eso disculpa el despropósito que nos encontramos a los pocos segundos de iniciar nuestra partida.

Para empezar, porque la desidia que lo envuelve está presente ya en el propio menú, compuesto por una lista repetitiva de palabras que enmascaran un modo historia para hasta cuatro jugadores, coleccionables que consisten únicamente en portadas del tebeo original sin explicación ni descripción alguna, una tabla de puntuaciones separada de un ranking global, un tutorial básico y una especie de editor de clases del que hablaremos más adelante. Aquellos más optimistas pueden ver, como yo hice en un primer momento y cómo había sucedido hasta ahora, la intención de mantener las cosas simples, de centrar la atención el importante y dejar a un lado los artificios. Y, si lográis superar la repetitiva y poco inspirada melodía que acompaña al menú y veis la primera cinemática, con Michelangelo soltando chascarrillos, Leonardo ejerciendo de líder, Donatello presumiendo de inteligencia y Raphael siendo tan irónico como fanfarrón; es posible que viváis engañados lo suficiente como para dejarlo aquí y ser felices dedicando el resto del tiempo a recrear las aventuras de la serie de dibujos con muñecos articulados, porque a partir de aquí todo se va, literal y figuradamente, directo a las cloacas.

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