Siempre que tengo la oportunidad soy de los que no duda en equiparse con un rifle de francotirador en los juegos de acción. Es una figura que siempre me ha llamado mucho la atención -no puedo decir admirar, porque sería muy frívolo decir algo así sobre alguien que se dedica a matar-, por cómo se pasa horas y horas en la misma posición sin importar lo duras que sean las inclemencias climatológicas, solo esperando al momento oportuno para contener la respiración y apretar el gatillo, sacando a relucir el pulso de acero que hay que tener a la hora de empuñar un arma de estas características. En los videojuegos, este menester se simplifica en pos de la diversión, ya que basta con tener la cabeza enemiga en el punto de mira enemigo para mandarle al otro barrio, mientras que en la realidad inciden infinidad de factores, como la distancia hacia el objetivo o compensar la dirección del viento para dar en el blanco. Los fans de la saga Call of Duty recordarán que había que hacer algo así en la misión en la que teníamos que eliminar a Imran Zakhaev, pero no suele ser lo habitual. La saga Sniper Elite nació con el objetivo de darle una mayor importancia a estos soldados de infantería, pero por unos motivos u otros, a medida que se avanza en cada una de sus iteraciones, estas buenas intenciones se diluyen por el camino en una saga que carece de identidad al querer abarcar demasiados terrenos.
Claro que es una tesitura difícil y que seguro que se han planteado en más de una ocasión en Rebellion. Crear un juego que refleje al cien por cien las características de un francotirador sería bastante aburrido y poco comercial, mientras que hacer un híbrido en el que se incluya un desarrollo que combine lo letal de los ataques a distancia con la tensa adrenalina del sigilo y unas pocas dosis de acción sea una mejor elección, aunque por el camino se pierda cualquier atisbo de personalidad. En ese aspecto Sniper Elite 4 hace muy bien en otorgarle al jugador una libertad de acción que no habíamos visto en las anteriores entregas de la serie: ahora tenemos a nuestra disposición extensísimos escenarios en los que, además de los pertinentes objetivos principales, se han añadido tareas secundarias con las que cumplimentar a los más perfeccionistas, que se tendrán que patear los niveles de un lado al otro para no pasar nada por alto. La gran mayoría de estas tareas opcionales están ciertamente manidas y no aportan demasiado a la trama, ya que no van más allá de destruir alijos de armas o cargarse al oficial de turno en la mayoría de casos, pero donde ha acertado de lleno el estudio británico es a la hora de incluir las 'cartas a la familia', unos coleccionables que van mucho más allá de ser la típica nota inerte de contenido, convirtiéndose en misivas que reflejan la crudeza de un conflicto como el que trata el juego, siendo capaces de emocionarnos y de transmitir como no lo hace la trama principal, que se conforma con ser un mero acompañamiento de escasa profundidad.
Sniper Elite 4 pasa de los áridos entornos africanos de la tercera entrega a las mediterráneas costas italianas en el año 1943, una vez más en plena Segunda Guerra Mundial. Un marco histórico demasiado manido en la industria del entretenimiento, ya sea en cine o videojuegos, pero tan rico en contenido que se le podría sacar un mayor partido, incluso como aquí, donde no respeta demasiado a los libros de historia. Y es una pena, ya que desde Rebellion tiene bastante talento para sacarle jugo a uno de los acontecimientos más importantes y tristes que ha vivido la humanidad. Por lo menos, más que para tirar del sensacionalismo barato, aunque efectivo, que tienen los habituales DLC en los que se nos brinda la bendita posibilidad de cargarnos al Führer.
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