Análisis de Runner3

Me pasé el primer y parte del segundo mundo de Runner3 casi de una sentada. Mientras tanto, la desafortunada persona a la que le tocó compartir espacio físico conmigo durante este tiempo fingía no sobresaltarse cada vez que un salto a destiempo me hacía chocar con un obstáculo, y yo mascullaba improperios a la pantalla como si acabasen de darme una noticia terrible. Como soy un poco dramática, le chillé a mi Switch en modo portátil unas mil veces que "esta es la última vez que lo intento, ¡lo juro por Dios!", y aunque lo pensaba de verdad, algo que el juego hace muy bien es no darte tiempo para enfadarte y marcharte: hay apenas unos tres segundos entre muerte y muerte, y por frustrante que pueda ser volver al inicio del nivel después de una carrera particularmente buena, encontrar el momento para separarte del mando es una tarea todavía más ardua que ejecutar todos los movimientos en el tiempo preciso.

En retrospectiva, entiendo que mi error a la hora de aproximar este juego fue confiarme y pensar que caminaba sobre terreno conocido; que habiendo jugado los anteriores títulos de la saga - BIT.Trip Runner (2010) y Runner 2 (2013) - ya estaba familiarizada más que de sobra con la dinámica de este plataformas rítmico de desplazamiento horizontal, estilo "endless runner". En honor a la verdad, Runner3 no innova mecánicamente en exceso respecto a los anteriores de la saga: nuestro personaje corre incansable por mapas complejos y plagados de obstáculos que tendremos que sortear con mucho cuidado y precisión, porque si morimos volveremos al principio, contando únicamente con un único punto de guardado a mitad de nivel. Además del obligatorio botón de saltar, que también nos permite realizar un arriesgado doble salto, también tenemos opción de agacharnos, dar una patada y activar plataformas, por ejemplo.

Es un juego bastante, bastante difícil.

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