Análisis de Battlefield V

Battlefield V tiene cosas que decir sobre la guerra. Es algo que deja claro desde un principio, en un prólogo que se impone al jugador antes incluso de que pueda acceder al menú de opciones y que contrasta fuertemente con esa acostumbrada celebración de lo militar que transpiran no ya otras franquicias, sino entregas anteriores de esta misma saga; un prólogo que no es ajeno al espectáculo, a los cascotes volando y a la pirotecnia en apariencia vacía, pero al final de cada uno de esos caminos solo espera la muerte. Es el papel que reserva a sus peones, a esos bravos paracaidistas y esos capitanes de carros blindados cuyos zapatos nos hace llenar por turnos, en secuencias de pocos minutos que se entrelazan unas con otras y que siempre terminan con nuestro improvisado protagonista encontrando su fin a una edad temprana, y con el plano fundiendo a negro, dispuesto a pasar al siguiente, mientras agonizamos sobre un barro que no entiende de bandos sin que el honor o la gloria hagan acto de presencia en ningún momento. Aunque la causa sea noble la guerra es una obscenidad, y de cuando en cuando va bien que las superproducciones que la utilizan para plantear desenfadados juegos de tiros nos lo recuerden: insisto que es solo un prólogo, una secuencia de apenas veinte minutos, pero tras experimentar algo así es muy difícil recordar al instructor del reciente Black Ops 4 sin sonrojarse.

Por eso creo que esta campaña debe jugarse. Hablo de campaña para entendernos, porque Battlefield V es hijo de su tiempo y como tal se aproxima a la narrativa y en general a su vertiente para un jugador pidiendo perdón, en la forma de unas historias de guerra que entienden que el horno no está para bollos y solo piden del jugador un ratito de cuando en cuando: son tres, sus argumentos son completamente independientes y pese a ordenarse cronológicamente (una por año, 1942, 1943 y 1944, con una cuarta que llegará el próximo 4 de diciembre) para intentar reflejar la evolución del conflicto pueden jugarse de manera individual y desordenada, como quien echa unas rondas en el multijugador.

De hecho la estructura interna de cada uno de los capítulos se asemeja bastante a las Grandes Operaciones, ese nuevo modo masivo del que hablaremos más tarde que hace avanzar la acción a través de diferentes fases hasta desembocar en una gran ofensiva final, aunque lo que sin duda cambia es el protagonista: en el multi somos un número, un ticket, carne de cañón llamada a morir de manera estúpida o a tomar posiciones por simple acumulación de efectivos, pero Historias de Guerra intenta retratar personas. Ciudadanos anónimos, combatientes superados por las circunstancias que lo dieron todo por intentar parar al fascismo o simplemente para reclamar su lugar de cara a una patria que los rechazaba por el color de su piel, héroes en cualquier caso. Pero de nuevo, la guerra: la campaña de Battlefield V deja espacio para las grandes gestas e incluso para el humor, pero lo hace siempre con un regusto pesimista y desesperado. Tiene algo parecido a un alma, y ya es más de lo que pueden decir muchos de sus compañeros de género.

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