Análisis de Iconoclasts

Como una suerte de Link o Gordon Freeman, la protagonista de Iconoclasts, Alondra - Robin, en inglés - no pronuncia una sola palabra durante toda la aventura. Mecánica de profesión, siempre con su llave inglesa en la mano, tiene que lidiar con los problemas derivados de ejercerla en un universo regido por una teocracia en la que la tecnología es considerada sagrada y sólo las manos autorizadas por el opresivo gobierno tienen permitido interactuar con ella. Aun así, esto no es capaz de detenerla en su propósito de echar una mano, aunque sea de tapadillo, a los residentes de su villa natal cuando un engranaje suelto hace que la instalación eléctrica de sus viviendas no funcione como debería. Durante los primeros compases del juego, observamos como intenta restaurar todo aquello que necesite reparación en sus inmediaciones; tras una serie de acontecimientos dramáticos, que ponen en peligro su seguridad y la de su familia y seres queridos, descubre que quizás el elemento que más necesita un arreglo urgente es la sociedad en la que vive.

Alondra es, también, la pieza central de un universo que lleva en construcción casi una década: siete años y medio de desarrollo a cargo de una sola persona, Joakim "Konjak" Sandberg, anteriormente conocido por la creación de títulos independientes como Legend of Princess o la saga Noitu Love. En un medio en el que la figura del autor completo es una rara avis, un título realizado por un único desarrollador - como los recientes Owlboy, Axiom Verge o Stardew Valley - no deja de resultar llamativo. Me resulta, sin embargo, bastante complicado escudarme detrás de este hecho como argumento principal para poner el juego en valor. No por quitarle mérito a la hazaña de crear en solitario un título con un acabado tan cuidado y una experiencia de juego tan pulida, claro, sino porque tan sólo jugando un primer nivel uno puede observar que el elemento que destaca en la experiencia, y quizás el más reivindicable de todos, es una determinada filosofía de diseño que prioriza a toda costa la accesibilidad y el ritmo narrativo.

En Iconoclasts hay muchos tintes de los plataformas 2D de Sega y Nintendo, y en concreto uno, Metroid Fusion, está bien presente tanto en la construcción de niveles como en la configuración de las herramientas que iremos desbloqueando y nos ayudarán a transitarlos.

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