Voy a comenzar con una confesión: lo paso muy mal con las películas y juegos de terror. Concretamente, con los que crean ese terror a través del susto, aunque tampoco es necesario mucho para hacerme dar un salto en el asiento. Pese a esto, el terror tiene algo que me atrae de forma irreversible, en especial cuando se engloba dentro de la ciencia ficción. Pero... ¿por qué hablo de miedo si The Station no es un juego de terror?
Crear tensión o suspense en un videojuego es complejo. La interactividad hace que podamos sentirnos más tensos que ante una película, y para ello es necesario pulir no sólo los controles sino también el propio escenario. Porque son las esquinas, las puertas cerradas y las ventanas los puntos en los que estamos en el equilibrio entre lo que vemos y lo que no. Por así decirlo, el terror tiene también algo de arquitectura y algo de sonido. La interactividad hace que estos elementos se reúnan, porque los desarrolladores tienen que contar con esa fuerza caótica que es un jugador.
Dicen que la curiosidad mató al gato, pero la segunda parte del refrán es que la satisfacción lo devolvió a la vida ("curiosity killed the cat, but satisfaction brought it back"), y es probablemente la curiosidad lo que hizo que me decidiera a jugar a The Station.
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