El momento de volver a Kamurocho se convierte en cada entrega de Yakuza en algo más cercano a una penitencia para Kiryu Kazuma, mientras que para el jugador es poco menos que un momento de celebración. El particular barrio rojo de Tokyo, al que dediqué un artículo en su día, se ha convertido en uno de mis escenarios favoritos del mundo del videojuego y cualquier excusa es buena para recorrer sus calles una vez más.
Hace un par de semanas tuvimos la ocasión de jugar las primeras tres horas de Yakuza 6. Desde un primer momento salta a la vista el cambio de motor gráfico al Dragon Engine, que marca la primera entrega exclusiva de PS4 (0 y Kiwami salieron en PS3 en Japón). En esta saga estamos acostumbrados a las caras realistas hasta el último poro de la piel, pero ahora Kamurocho luce más espectacular que nunca, particularmente cuando cae la noche y los neones tiñen de carmesí y violeta el cielo de Tokyo.
En esta entrega se han eliminado los tiempos de carga por completo dentro de Kamurocho. Los enemigos avanzan por la calle y peleamos contra ellos sin más momento de pausa que lo que tarda en salir el cartel anunciando a los enemigos (lo cual suele redundar en que el primer golpe lo damos siempre nosotros). Las tiendas ya no tienen un botón de entrar, sino que empujamos el joystick para que Kiryu abra la puerta y ya estamos dentro. El precio a pagar ha sido claro: el juego abandona los 60 frames por segundo y se queda en 30.
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