No quisiera iniciar una tercera guerra mundial con esto, pero si ponemos a ambos lados de una balanza los respectivos universos cinematográficos de Marvel y DC comics creo que los cálculos salen solos. Razones hay unas cuantas, y aunque estaría divertido echar la tarde diseccionando batacazos como el Batman de Ben Affleck o ese despropósito indescriptible que fue Suicide Squad puede que la cosa tenga una explicación más sencilla: mientras que la editora de Superman insiste una vez y otra en ese tono gris y sombrío de quien se toma demasiado en serio a si mismo, Marvel no se avergüenza de adaptar tebeos. Su películas son así, un formidable y carísimo divertimento, una explosión de color y famosos en mallas que no intenta engañar a nadie ni necesita justificar su pertenencia al club de campo del celuloide dejando caer atribulados monólogos sobre lo jodido que es llevar los calzoncillos por fuera. Son historietas, sin más.
De entre todos los personajes que la editorial tiene en plantilla quizá sea Spider-Man quien mejor encarna esta idea, esta despreocupación, este desenfado tan propio de la adolescencia, y por eso he de reconocer que me agobié un poquito al plantarme en la presentación previa a la sesión de prueba y escuchar hablar tanto y tan seguido de que esto era un triple A con todas las letras. Un proyecto serio, ambicioso, una punta de lanza que busca romper esquemas y narrar como nunca antes la doble vida del héroe que trepa por azoteas y del jovencito devorado por la responsabilidad. Sin duda es como se está publicitando el juego, pero que nadie se llame a engaño porque esto no es God of War: esto es una historieta sobre un chaval que vacila a los malos y es físicamente incapaz de dar por concluida una viñeta sin un puñetazo y un chiste malo. Es un tebeo, que se supone que es a lo que veníamos.
Ese es su principal reclamo, el de la fidelidad y el mimo con el que abraza el material original y nos devuelve un domingo en pijama interactivo, pero precisamente por los mismos motivos creo que es importante saber controlar las expectativas: Sony no es nueva en esto de inflarlas con sus exclusivos, y todos recordamos lo que ocurrió con No Man's Sky. No es el mejor ejemplo del mundo, porque aquel era un experimento sobre la contemplación y la soledad abandonado a su suerte en la maquinaria de la promoción mainstream y Spider-Man de nicho no tiene nada, pero aunque su principal vocación sea reventarlo entre una audiencia tan masiva como es la de Marvel las herramientas de las que se sirve tienen bien poco de revolucionarias. No es un secreto que el combate es la enésima adaptación del dibujo maestro de los Batman de Rocksteady, ni que sus espectaculares secuencias pseudo interactivas le deban la vida al bueno de Kratos; tampoco lo es que su interpretación del sandbox, canónica como la que mas, vaya a hacernos piratear antenas de radio que revelen nuevos iconos de colores en un centenar de metros a la redonda, y yo mismo he comentado en más de uno y más de dos corrillos que es injusto que estas cosas a Ubisoft no se le perdonen y aquí parezcan la segunda venida de Jesucristo. Sin embargo, creo que la respuesta vuelve a estar en el tono: hay una diferencia entre dejarse caer desde lo alto de una farola sobre un grupo de pandilleros desprevenidos, y hacer lo mismo gritando "¡sorpresa!".
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