Análisis de Felix the Reaper

Si me preguntan qué busco en un juego de puzles, mi respuesta es que un buen título de este género es el que te hace sentir inteligente cuando encuentras la solución, el que te emociona cuando las piezas encajan en tu cabeza y te hace vibrar cuando tus dedos están colocándolo todo en el lugar que sabes que es el correcto. Son sensaciones que no he encontrado en el juego que nos ocupa.

Felix The Reaper es, como el título del juego indica, la Parca. Para ser más exactos, es una de las múltiples parcas al servicio del Ministerio de la Muerte, al igual que el supervisor que nos cuenta su historia. Sin embargo, Felix no pone empeño en su trabajo por particular interés en la muerte: su objetivo es conocer a Betty, que trabaja en el Ministerio de la Vida y que por tanto nunca coincide en el espacio y en el tiempo con él. Para hacer más llevadero su trabajo, Felix lleva a todas partes un walkman y no para de bailar.

La introducción pone encima de la mesa un montón de ideas divertidas e imaginativas -excepto la forma en que se presenta la relación con Betty, que da un cruce entre vergüenza ajena y mal rollo- pero casi ninguna termina por ser determinante a la hora de hablar sobre cómo se juega a este título centrado en los puzles. No hay, por ejemplo, ningún elemento de ritmo pese a que una de las premisas centrales es el amor de Felix por la música. Su consiste en asegurarse de que se produzcan ciertas muertes, y para ello tiene que cambiar la situación de algunos elementos del escenario. Tras cuatro o cinco niveles la víctima morirá y nuestro trabajo habrá sido completado.

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