Análisis de Nintendo Switch Sports - Solo no puedes, con amigos sí

En Nintendo Switch Sports, tal y como pasaba en el original de Wii, es mucho más importante comentar la jugada que la jugada en sí. Colar un resto envenenado sobre la línea, enlazar dos plenos cuando todo parecía perdido o darle la vuelta al partido a falta de doce segundos con un acrobático remate en plancha son cosas que dan gustito per se, pero cualquiera que tenga sangre en las venas sabrá que lo bonito es besarse el escudo y hacer callar al Bernabéu desde el sofá mientras mandas al que pierde a por hielos; esta es la magia de la franquicia, esto es lo que Nintendo entendió mejor que nadie en noviembre de 2006 y esto es lo que colocó una obscenidad de copias en los salones de todo el mundo, y por eso la rueda de emotes con la que el online de Nintendo Switch Sports intenta reproducirlo causa una mezcla de decepción y ternura. El sistema, como todo en el juego, asusta de puro simple, y con un simple toque a cada uno de los cuatro botones frontales podemos dibujar una carita de enfado cuando nos empata el partido un rebote traidor o agradecerle el esfuerzo a nuestro compañero de Volley tras un bloqueo in extremis. Es efectivo, es útil, es elegante, y es sumamente insatisfactorio.

También es la prueba más contundente posible de una verdad que siempre ha definido a este tipo de juegos incluso antes de su salto a lo digital: de que el futbolín, el hockey de mesa o los mismos bolos son tan divertidos como lo sea tu grupo de amigos. Hay pocas imágenes que transmitan la misma soledad que la de un tipo jugando al ping pong contra una mesa plegada, y por más que se esfuerce en adornar toda la experiencia de colorín y entusiasmo, el multijugador online de Nintendo Switch Sports se parece más de la cuenta a esto. Los deportes son los mismos (con ciertos matices, ahora hablaremos de ello), pero la limitadísima expresividad de los contrincantes y la torpemente disimulada tendencia del sistema de matchmaking a introducir bots en la mezcla para acelerar los tiempos de espera le quita toda la gracia a unas pruebas que nunca pretendieron ser profundas porque su encanto era justo ese, y que jugando en solitario, bueno, siguen sin serlo. Hay cierto componente competitivo, hay esfuerzos por mantenernos interesados, hay ligas pro que se desbloquean enlazando más de diez partidos online a un deporte concreto, hay divisiones y todo eso, pero hay pocos motivos reales para implicarse de verdad con disciplinas tan simples a nivel de diseño. Quiero decir, todos lo hemos pasado muy bien jugando al Enredos, pero hay un motivo por el que no existen competiciones profesionales.

Y por eso llama la atención que Nintendo parezca apostar tan fuerte por un componente que debería ser anecdótico. De hecho si he decidido empezar por aquí es porque el juego también lo hace, porque desde su mismo menú inicial nos invita a lanzarnos a Internet cuanto antes y porque su sistema de progresión, quizá la baza más sólida con la que cuenta a la hora de aumentar ese crono final, también está estrictamente ligado al online. Aún así, hay cierta pureza en la decisión de mantener el multi local libre de gorritos y cosméticos desbloqueables porque la única recompensa debería ser pasarlo bien y echar unas risas, y si nos quedamos en eso y entendemos el juego como un party game que solo se saca cuando hay visitas tampoco vamos a perdernos muchísimo: finalizar un partido online da puntos, ganarlo o ser elegido el MVP da unos cuantos más, y cada vez que juntemos cien se nos premiará con una nueva tirada a un tímido e inofensivo gacha basado en pequeñas tarjetas de complementos que suelen estar vigentes solo unos días. Por fortuna no hay rastro de gemas, monedas alternativas o micropagos, así que todo bien en ese apartado.

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