Han pasado ya cinco años desde el lanzamiento de Octopath Traveler, el juego que sirvió como punta de lanza a Square Enix para presentar al mundo el estilo HD-2D: una combinación de escenarios 3D con sprites pixelados que dan lugar a una particular estética retro actualizada. El año pasado pudimos ver el HD-2D aplicado a dos de los títulos más destacados del año: el RPG táctico Triangle Strategy y el remake de Live-a-Live (del que Octopath bebe en gran medida), pero quizá quedaba una espinita clavada del juego con el que empezó todo, con una recepción muy positiva en su combate o su presentación visual y sonora, pero no tanto en su historia ni en su estructura. Su secuela tiene por tanto, un desafío doble: trabajar en los aspectos que tenían potencial de mejora y mantener el listón en lo que ya funcionaba.
Octopath Traveler 2 se sitúa en Solistia, una tierra dividida en dos continentes por un mar repleto de islas. Al igual que en el anterior, la trama une a ocho personajes con procedencias y habilidades tan diversas como sus propias historias: desde una bailarina que solo quiere llevar sonrisas a la gente hasta un erudito que lleva años tramando su venganza contra la persona que además de asesinar a su familia logró que le encarcelaran de forma injusta por el crimen. En apariencia no tienen nada en común, pero a lo largo de su viaje empezarán a encontrar atisbos de una amenaza mayor.
El primer aspecto en el que OT2 mejora notablemente con respecto al original es precisamente en sus personajes, mucho mejor escritos (incluso en las charlas opcionales) y con personalidades más definidas. El contestón inquisidor Temenos es sin duda la estrella del juego, pero tampoco se queda atrás la dramática historia de la ladrona Throné o la simpática odisea del mercader con corazón de oro Partitio. Quizá la bailarina Agnea sea la única que no saca mucho demasiado provecho a su premisa, pero sus carencias quedan difuminadas gracias a los aciertos en la historia de reconquista del guerrero Hikari, la venganza de Osvald o el peregrinaje de Ochette. Incluso una idea tan manida como la de una protagonista amnésica (la boticaria Castti) se aprovecha gracias a un desarrollo cuidado con gran esmero.
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