Llevo bastante tiempo jugando a videojuegos. Un buen puñado de años. Y aunque nunca he perdido el amor por este medio, sí me he dado cuenta de que la monotonía suele ser enemiga de la diversión. Y pese a que pueda parecer que me estoy refiriendo a los elementos que componen un título en concreto - aunque también es aplicable -, en este caso estoy hablando de algo que orbita alrededor de los propios videojuegos en sí: una suerte de factor que tiene más que ver con el jugador que con la obra y que, a pesar de ser un elemento exógeno, puede condicionar nuestra experiencia. Me refiero, claro está, a lo que hemos estado jugando últimamente; por mucho que nos guste un género, unas mecánicas o una ambientación, por poner un ejemplo, la repetición constante de esquemas similares conduce, casi por imperativo, al tedio. Así, conviene cambiar de ritmo cada pocos títulos, alternando tonos, tramas y géneros para maximizar el impacto de todos ellos.
Total, que llevaba jugados unos cuantos títulos muy serios seguidos cuando empecé a jugar En Garde!.
Desarrollado por Fireplace Games, En Garde! es un título que nos traslada a una época llena de territorios de ultramar, artistas barrocos y, cómo no, espadachines. Una, en particular, llama la atención por sus incomparables habilidades y su apuesta planta; Adalia de Volador, campeona de los oprimidos, es la protagonista de En Garde!, un juego lleno de humor, aventura y espadazos.
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