El fútbol ha cambiado mucho. De pequeño me pasaba las tardes escuchando la radio, comenzando con el sonido inconfundible de la entradilla de Pepe Domingo Castaño; el preludio de un domingo intenso, con muchos partidos jugándose simultáneamente y con la esperanza de que, cada vez que sonara la alarma de gol, fuera con un tanto a favor de mi equipo. Ahora, todo ese componente pasional, el de estar pegados a un transistor, ha desaparecido en pos de convertir todo en un lógico pero vil negocio. Uno en el que importan más los patrocinios y los contratos millonarios en países sin derechos humanos a la disponibilidad de un abonado que quiera ver un partido del club de su corazón en el estadio, pero no pueda hacerlo porque las fechas y los horarios están pensados para alguien sin apego que está en el otro extremo del globo terráqueo. Este nido de depredadores también ha llegado a los videojuegos y, sin querer sonar demasiado a un nostálgico que se cierra a los cambios (no es eso, ni mucho menos) lo cierto es que, en eso, en un negocio, es lo que se ha convertido el FIFA de Electronic Arts desde hace mucho tiempo. Y ya no hay quien lo pare.
Es lícito, por supuesto. Tiene sentido que si algo como Ultimate Team funciona tan bien y le da beneficios multimillonarios a EA Sports, centren su mirada en ello para, si cabe, incrementar todavía más sus ganancias. Al fin y al cabo, un elevado porcentaje de usuarios se compra el juego para invertir, o gastar, allá cada uno escoja la acepción que considere más oportuna, centenares de horas diseñando el equipo de ensueño y abrazando la multitud de eventos que desde EA Sports tienen endemoniadamente estudiados para captarnos y retenernos a lo largo de la temporada. Entendiendo esto como la columna vertebral de la nueva generación de los videojuegos de fútbol (y de los deportivos, en general), no puedo evitar sentirme ligeramente incómodo con ello a la hora de analizar EA Sports FC 24. Porque tengo la sensación de que ya da igual lo que ocurra en los partidos. Que a nadie le importa si es más o menos realista, si la física del balón responde como uno de verdad en función de cómo se golpea, que al portero se le doblen los dedos cuando intenta despejar un esférico que se cuela al fondo de las mallas, o que la afición anime con cánticos o que se marchen del graderío si su equipo va claramente por detrás en el electrónico.
Esto pasa por un motivo evidente: EA ha detectado que nos da del todo igual. Cada temporada se nos venden pequeños cambios porque hay un equipo de marketing que debe justificar su sueldo. Así nació la rimbombante tecnología Hypermotion, que aparentemente ha ido evolucionando en estas tres últimas temporadas, para ofrecer movimientos y animaciones más realistas sobre el terreno de juego virtual. La realidad es que vemos algún ligero matiz, especialmente a la hora de las pugnas entre futbolistas en y algún que otro movimiento característico de algunas de las estrellas del balompié, detalles que ayudan a ahondar en la sensación de estar viendo un partido real. Si bien estas pequeñas mejoras están ahí, no se alejan en demasía de lo que se ofrecía a nivel jugable la temporada anterior, ni la anterior a la anterior. Hay algún que otro detalle que se ha toqueteado, como la inclusión de pases semi-manuales, con los que podemos establecer la dirección utilizando el joystick derecho, para tratar de romper defensas y lanzar balones al espacio; el típico añadido que nos costará un tiempo dominar y que puede haber llegado para quedarse si la comunidad se acostumbra y le saca partido, aunque no es la primera vez en la que se trata de incorporar, sin éxito, algo similar.
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