Análisis de Uncharted 4

Cuando uno piensa en que esta es la última aventura de Nathan Drake la primera reacción es no creérselo. Torcer la boca y murmurar ¿Pero qué dicen? ¿Cómo se va a acabar Uncharted? Se hace especialmente difícil de asumir un final cuando los que se van son personajes a los que quieres, personajes que te importan, compañeros de viaje de aventuras memorables. Me he acabado el juego y llevo 20 minutos viendo los créditos con el mando en la mano, sin presionar ningún botón, e intentando asumir que c'est fini.

Pero Uncharted se va por todo lo alto y, por si alguien tenía alguna duda, siendo más Uncharted que nunca. Sabemos que el equipo detrás del juego es un equipo con inquietudes -hace poco vimos cómo repensaron, con maestría, el género de la supervivencia y de las aventuras en tercera persona con The Last of Us- pero aquí eran conscientes de que Uncharted, como concepto, tiene más peso que sus ganas de experimentar. Tenían que ser fieles a Uncharted. Quizás por eso se acaba la saga: ellos necesitan hacer otras cosas y Nate vive unas aventuras de género, canónicas, de las de antes.

No hago esta reflexión gratuitamente. Durante las más de diez horas de aventura vemos constantes referencias al pasado, a los videojuegos, a la propia Naughty Dog, a los inicios de Uncharted y a símbolos que teorizan sobre lo viejo dando paso a lo nuevo. Hay mucho de lo que hablar aquí pero, si os parece, lo dejaremos para otra ocasión; de momento es suficiente con decir que, en Uncharted 4, Nathan está retirado y, a causa de la repentina vuelta de su hermano, tiene que navegar hacia una última aventura.

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