Análisis de Rain World

Decía Baloo que "mamá Naturaleza te lo da", pero lo que el oso dichoso de El Libro de la Selva olvidó mencionar, quizá porque sea más predador que presa, es que lo que mamá Naturaleza da es por culo, y bastante. Si uno es morboso, curioso o no sabe qué hacer con su tiempo, puede buscar por YouTube los clips más gore que se puedan encontrar en un documental de animales, desde babuinos que arrancan trozos de carne de una gacela aún viva hasta mantis religiosas devorando el cráneo de una mosca que intenta, sin éxito, patalear por su mísera existencia. La cámara la ponemos nosotros y nuestra actitud al ver esto es lo que nos hace mala gente, pero cada día y cada instante, alguien tiene que morir para que la vida de otro animal continúe.

Shelter, la obra de Might & Delight de 2013, era una exploración sencilla de esta vida al límite del cráter donde el mensaje era simple: fuera de nuestras ciudades, en el campo se sobrevive por suerte y mueres por desgracias. Las crías de la madre tejón se perdían en la noche oscura o eran arrastradas por la corriente del río y, al final, spoiler, nosotros mismos acabábamos muriendo a manos de un halcón ¿Un sacrificio para que otros vivan? Puede ser, pero el propio juego estaba dando a entender que, para las crías, mañana será otro día igual de difícil que hoy y ayer. Ahora que no estás tú, quizá hasta más duro. Ni siquiera la transición de presa a cazador en la secuela hacía mucho por cambiar ese mensaje de la Naturaleza inclemente: tu trabajo la mitad del tiempo era salir de la cueva a matar conejos y la otra mitad te la pasabas cuidando de que no viniese una manada de lobos a zamparse a tus gatetes. Y luego te abandonaban, los muy desagradecidos.

Haciendo retrospectiva, ahora veo que entré a Rain World sin saber en qué barrio me estaba metiendo, y es por eso que he escrito esos dos primeros párrafos: este videojuego tiene todas las señales propias de lo que los ingleses llaman un indie darling: la sorpresa inesperada de la escena underground que fascina al gran público con su plataformeo, gráficos estilo píxel increíblemente elaborados y, para qué negarlo, un protagonista adorable que es perfecto objeto de peluches y camisetas promocionales. Seré el mártir en esta escena y os lo diré ya: no, este no es un juego de plataformas de la vieja escuela o una mezcla impía de acción y saltos en la que vayas pasando de punto de control a punto de control hasta que llegas al final de la historia.

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