Análisis de Mutazione

Si tuviese que irme a una isla desierta y solo pudiese llevarme conmigo una serie, esa sería sin duda Twin Peaks; la obra de David Lynch y Mark Frost ha marcado mi gusto y mis intereses de una forma que solo quienes me conocen mejor son capaces de cuantificar. Más allá del Quién Mató a Laura Palmer y de las secuencias oníricas late el corazón de una telenovela que suele ser ampliamente denostado - hay incluso guías de los capítulos que uno puede saltarse para evitar ciertas tramas - pero que a mi me parece central para entender la serie.

Si algo demostraba el retorno de la serie (tras un cuarto de siglo de espera) es que no se puede separar del conjunto: los triángulos amorosos, las luchas por el control de la economía del pueblo y los dramas innecesarios desarrollados a principios de los 90 dejaron una profunda huella cuyo rastro llegaba hasta 2017 para culminar en algunos de sus momentos más emocionales. Por muy pueriles que pudieran parecer las tramas que se alejaban del misterio, la idea que permanece en mi memoria es que Twin Peaks irradia amor por cada uno de sus habitantes. A día de hoy sigo buscando ese cariño por los personaje allá donde voy; lo he encontrado de nuevo en Mutazione.

La protagonista del quinto juego de Die Gute Fabrik es Kai, una adolescente que acude a visitar por primera vez a su abuelo Nonno, convaleciente de una enfermedad en la isla que da nombre al juego. Este lugar sufrió hace décadas el impacto de un meteorito que destruyó la ciudad y provocó mutaciones en los supervivientes y sus descendientes, aún palpables a día de hoy. Su llegada cambiará las vidas de los isleños, que hace dos décadas que no reciben una sola visita.

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