Análisis de Amnesia: Rebirth - El horror vuelve para atraparnos en el desierto y mucho más

Si echo la vista atrás al cómputo del 2020, por cada triple A que se ha ganado mi aplauso hay por lo menos un desarrollo indie que me ha robado el corazón. La realidad inapelable es que, con grandes ideas y desarrollos acordes, muchos estudios independientes han forjado una realidad a martillazos gracias a la cual, a día de hoy, es posible que títulos con pocos medios pero con conceptos sólidos puedan estar en la pista central de este Cirque du Pad. Aunque sólo sean cinco minutos. Por eso, también, podemos ver como hay esfuerzos que quieren probar cosas nuevas y salirse un poco por la tangente sin abandonar este medio y sus peculiaridades. Por eso, también, hay juegos como Amnesia: Rebirth.

Desarrollado por Frictional Games, Amnesia: Rebirth es parte de una saga, Amnesia, con muchos años a sus espaldas y no poca influencia en los títulos de terror de toda una década. Sin embargo, esto no significa que para sumergirnos en esta entrega tengamos que haber disfrutado - je - de los anteriores títulos. Frictional, en un encomiable ejercicio de contención narrativa, ha tejido una historia que se sostiene por sí sola; Tasi Trianon, junto a su marido Salim, se enrolan en una expedición al África colonial que comienza con muy mal pie, tan mal que el aeroplano en el que ellos y el resto de la expedición viajan, el Cassandra, se estrella en medio del desierto y, al despertarse, Tasi recupera el movimiento pero no los recuerdos. 1937. La radio del avión no funciona. No hay nadie alrededor. No recuerda nada. No tiene buena pinta.

Nada más asomarnos fuera del amasijo de hierros en el que se ha convertido nuestra avioneta nos da la bienvenida un Sol imponente y que ilumina hasta más allá de donde alcanza la vista, sobre un desierto poco acogedor. En cualquier otra situación la luz sería más que bienvenida, pero aquí es abrasadora y nos obliga a buscar cobijo bajo las escasas sombras que proyectan las pocas formaciones de rocas a la vista. Así, poco a poco, vamos abriéndonos paso hacia un lugar que nos resulte más fresco, más acogedor, y por el camino nos encontramos restos del paso de nuestros compañeros. La visión de una cueva es la mejor de las señales, puesto que aquí llega la sombra, el escondrijo frente a los rayos del Sol y, quizá, encontrar al resto de nuestra expedición. Craso error.

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