Análisis de Torchlight III - Volver a las fronteras de Torchlight nos ha generado sensaciones encontradas

Poco antes de ponerme a jugar a Torchlight III me topé con uno de los conceptos más fascinantes que he conocido nunca: la "Berlin interpretation" de los roguelikes. Su rimbombante nombre y el mero hecho de imaginarme a, aproximadamente, cuatro turbo-nerdos en un bar discutiendo sobre cuáles son los elementos pivotales del género para intentar elevar sus conclusiones a verdad universal eran material suficiente como para que arquease una ceja. Pero es que, además, incluyeron en el género, aunque fuera de forma tangencial, a Diablo. Traición. Perfidia. Ignominia. Empuñad las armas, amigos del looteo, porque por aquí no pasamos: Diablo es otra cosa. Es enfrentarse a hordas y hordas de enemigos porque Papá necesita un hacha nueva. Es ver crecer los stats y sentir como un escalofrío comienza a recorrer tu espalda finalizando en el dedo que hace click-click-click. Y Torchlight III entra dentro de esa categoría.

Desarrollado por Echtra Games y distribuido por Perfect World Entertainment, Torchlight III es la tercera entrega de una saga que nació con el propósito de presentarse como una alternativa bastante más alegre frente al que es, por derecho propio, uno de los RPGs de acción más reconocidos de la historia: Diablo. Y credenciales no le faltaban, puesto que entre sus creadores, la ya extinta Runic Games, se contaban quienes habían ayudado a cimentar las bases de lo que ahora bien podría definirse como un género en sí mismo. No obstante, el tiempo pasa y los estudios vienen y van, con lo que ahora nos encontramos con un título que, tras un tumultuoso desarrollo, intenta seguir la estela de sus dos notables antecesores.

Y, como de costumbre, lo primero que percibimos es un apartado artístico que, en parte, se distancia de las anteriores entregas de la saga. Con una gama de colores menos vibrante que Torchlight II, esta tercera parte apuesta por un diseño en el que las tonalidades pastel ganan protagonismo y los modelados dejan atrás ese marcadísimo estilo cartoon de anteriores esfuerzos para situarse en un punto simpático, colorista e indeterminado entre sus antecesores y Diablo III manteniendo, eso sí, el toque steampunk propio de su universo. De ahí que su banda sonora contraste de forma tan fuerte con el acabado general de Torchlight III, no porque esté exenta de calidad - más bien al contrario - sino porque las piezas que la componen son mucho más propias y reminiscentes de títulos torvos y oscuros que de un ARPG que se mueve entre escenarios y personajes llenos de color. Además, sus melodías y los temas que ambientan nuestras incursiones looterescas - sí, me he inventado esta palabra - tienen la dichosa inclinación de ir diluyéndose entre el resto de sonidos hasta el punto de ser prácticamente inaudibles más allá de los menús, pantallas iniciales y los lugares en total calma. No ocurre lo mismo, sin embargo, con unos efectos sonoros bastante cuidados que acompañan y refuerzan a la acción creando, junto a esta, los pandemonios a los que estamos acostumbrados los aguerridos exploradores de mazmorras.

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