Tardo un buen rato en resolver un puzle bastante sencillo Zeus se ríe de mí mientras Prometeo le chincha: podría ir con menos guasa, que siendo así, es normal que sus hijos no le quieran ni ver. Zeus niega ser un mal padre, aunque bueno, un poco sí; Prometeo quiere contestar, pero tiene un águila picoteándole las tripas, así que quizás no es el momento. Es un momento tan deliciosamente guionizado, tan claramente planteado como un chiste, que casi sin quererlo, me río. Este momento, como tantos otros similares, encapsulan a la perfección Immortals: Fenyx Rising, en su conjunto: un juego que no se esfuerza en esconder sus trucos, ni sus influencias, pero que sí se compromete en intentar que lo pases lo mejor posible durante todo el viaje.
La trama que arranca el juego es bastante sencilla: nuestra protagonista, Fenyx, naufraga en la Isla de los Dioses, y allí se encuentra con Hermes, una de las pocas deidades que ha sobrevivido a los estragos de un cataclismo causado por Tifón. Hermes cree que, según una profecía, Fenyx es la única que puede salvar a los Dioses de su terrible destino, y sin comerlo ni beberlo se nos encomienda la misión de intentar ayudarles a recuperar sus poderes y poder plantarle cara al malo. Así, se nos abrirán cuatro zonas que podemos explorar, cada una de ellas hogar de un Dios en concreto - Atenea, Afrodita, Ares y Hefesto - y cuyo bioma y puzles estarán de una manera u otra inspirados en la historia de éstos. Allí, tendremos que cumplir una serie de misiones para conseguir solucionar sus problemas, y como recompensa nos darán unas bendiciones que nos servirán de ayuda durante el combate. Una de las bendiciones de Afrodita, por ejemplo, nos permite revivir en mitad del combate si morimos; otras sirven para alargar los combos o hacer más daño con los remates.
Las zonas se pueden explorar de manera no lineal, y además de las misiones, claro, nos encontraremos con un montón de actividades secundarias. De hecho, lo primero que se nos pide cada vez que alcanzamos un área nueva es que busquemos la estatua del Dios correspondiente, desde la cual podemos descubrir el mapa de toda la zona, al estilo de las atalayas de Assassin's. Cuando sucede esto, el inevitable paso siguiente es que nos agobiemos un poco con los centenares de iconos que nos aparecen ahora en la pantalla. Una ventaja que tiene el mapa de Immortals - especialmente si lo comparamos con el de otros títulos de Ubisoft - es que es bastante contenido. Está lleno de cosas que hacer, desafíos secundarios que completar y demás cosas que descubrir, sí, pero en general el espacio entre los distintos puntos es reducido. Así que nunca tardaremos más de un par de minutos en llegar a ningún lado, y en general eso incentiva que nos interesemos por las cosas que hacer. Utilizar un mapa más denso que extenso en esta ocasión es a todas luces un acierto, porque la gran virtud del juego es precisamente su inmediatez. Prácticamente en ninguna ocasión nos enrevesaremos más de media hora con un puzle o una misión; las cosas fluyen de manera muy acelerada, y la ligereza que le da esto a la dinámica general del juego casa muy bien con su tono, desenfadado, sin tomarse nada en serio en exceso.
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