Existe una diferencia evidente entre la imagen que se tiene de las cosas y lo que son las cosas en sí. Aunque los neoplátonicos han podido emocionarse con esta primera frase, hoy no venimos a hablar de ontología: con esto nos referimos a que, cuando algo se vuelve famoso y conocido, la gente comienza a hacerse ideas preconcebidas sobre esa cosa sin conocerlas realmente.
Pongamos por caso un puñado de mascotas. Mickey Mouse, hoy percibido como un personaje dulce y adorable, originalmente era un personaje picaresco, en ocasiones malintencionado, que no era precisamente un ejemplo a seguir. Pikachu es muy mono, pero pretender que siempre ha sido un personaje amable y simpático, amigo de los niños, es obviar su carácter explosivo y caprichoso durante gran parte de la historia del anime de Pokémon. Incluso Popeye no ha comido espinaca alguna hasta hace relativamente poco en su desarrollo como personaje, y si bien siempre ha sido un buen padre para Cocoliso y una fantástica persona con todos quienes le rodean, el ser un personaje articulado o el no liarse a guantazos por menos que mirarle mal es algo tan reciente como el hecho de que coma espinacas.
Como es de esperar ha ocurrido exactamente lo mismo con Kirby. Porque Kirby's Dream Buffet es menos lo que es Kirby, todo lo que ha desarrollado a lo largo de treinta años de videojuegos con salidas sorprendentes y experimentos loquísimos, y más la idea de lo que es Kirby. Colores pastel. Hedonismo cute. Cierta idea de confort basada en la pura estrujabilidad; nada malo puede pasar con Kirby, porque está hecho de amor y algodón de azúcar. Y ahí radica su interés, pero también sus limitaciones.
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