Siempre se habla de los candidatos al GOTY o de los indies que más van a sorprender, pero injustamente solemos dejar a un lado de cualquier previsión los conocidos como doble A, títulos de mediano presupuesto que se quedan a caballo entre esos dos terrenos. En ese campo, editoras como Focus tienen un máster de títulos que, a sabiendas que no son perfectos, se convierten inesperadamente en agradables sorpresas que, si bien no nos cambian la vida, nos hacen pasar buenos ratos y resultan ideales para esas épocas del año en las que hay más sequía de lanzamientos. Quizás ese no sea el caso en este mes de agosto tan sobrepoblado de interesantísimos estrenos y juegos con un enorme cartel, pero es cuando llega Atlas Fallen, la nueva propuesta de Deck 13, quien tiene en su currículum aventuras que encajan con la descripción previamente avanzada, como son Lords of the Fallen o las dos entregas de The Surge.
En esta ocasión, el estudio germano se aleja de la premisa soulslike por la que habían apostado en sus últimos trabajos para traernos un RPG de acción en mundo abierto. Esto no es óbice para encontrarnos con una aventura exigente, que requiere de cierta pericia a los mandos para superar las refriegas más exigentes, pero también con herramientas, como varios modos de dificultad, que facilitan su accesibilidad a aquellos que simplemente quieran disfrutar de la espectacularidad de su sistema de combate, un universo (más o menos) elaborado o su historia, si bien es verdad que su narrativa está lejos de ser uno de los puntos fuertes de Atlas Fallen, y que simplemente ejerce de acompañamiento para lo que de verdad importa. En cualquier caso, para poneros en situación, toca vivir una vez más la historia de un elegido casi por casualidad para salvar al mundo de la opresión de Thelos, un dios corrupto que tiene atemorizada a la población de esta distopía. Misteriosamente llega a nuestras manos, o mejor dicho a nuestros brazos, el poder que hasta ahora estaba oculto de un brazalete mágico con el que pasamos a tener habilidades innatas y nos convertimos en la esperanza. Una premisa sobre el papel muy semejante a la de Forspoken, otro juego que ha llegado este mismo año, y en el que estamos acompañados en todo momento por un brazal parlanchín.
No es la única semejanza que comparte Atlas Fallen con el título de Square Enix. El poder que nos concede la pulsera mágica permite tomar el control de las arenas para movernos con rapidez por un mundo repleto de misterios y peligros. Eso, precisamente, aporta versatilidad a la hora de movernos por el mapa a toda velocidad, para llegar de un punto a otro con brío, pudiendo hacer saltos imposibles que irán a más a medida que mejoremos las prestaciones del artilugio. Los escenarios son de gran tamaño y recorreremos tres o cuatro grandes mapas a lo largo del juego, aunque su diseño es más rotundo y menos vertical que, por ejemplo, en el mencionado Forspoken, y no resulta tan sencillo escalar montañas por donde nos plazca. Aquí se produce una sensación curiosa ya que, al ser niveles amplios (lo cual también genera algún problema técnico como exceso de pop-in) toca recorrer grandes tramos de terreno sin que ocurra absolutamente nada y sin que apenas aparezcan enemigos. No es algo dramático, porque gracias a los poderes del protagonista el mundo se recorre con mesura, y simplemente parece el peaje a pagar por surfear la arena para movernos de un sitio a otro.
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