Análisis de Teenage Mutant Ninja Turtles: Splintered Fate - Las Tortugas Ninja exploran nuevos géneros

El que más y el que menos suele llevar consigo una amplia colección de perlas de sabiduría popular. Dichos, proverbios, refranes… elegid la versión que más os guste. En cualquier caso, cualquiera de sus encarnaciones contienen pautas que con el paso de las décadas - y en algunos casos muchísimo más tiempo - se han repetido con la suficiente consistencia como para cristalizar en una frase tan contundente como memorable. Entre mis favoritas, claro está, están triunfos del vulgo como “El que a hierro mata, a hierro muere” o “No hay mal que por bien no venga”. Sin embargo, hay algunos dichos que, en ocasiones, parecen pedir a gritos una pizca de modulación. Afirmaba Oscar Wilde que “La imitación es la más sincera forma de adulación” para después apostillar con acidez “(...) que la mediocridad puede hacer a la grandeza”. Ni que decir tiene, a estas alturas del campeonato, que existen abismales diferencias entre inspirarse, imitar o plagiar y que, por ello y en muchas ocasiones, la segunda parte del dicho de Wilde se omite con bastante intención. Y, a todo esto, ¿por qué estamos hablando de todo esto en una crítica de un juego de hostias?

Porque Teenage Mutant Ninja Turtles: Splintered Fate es un roguelike à la Hades protagonizado por las Tortugas Ninja.

Con todo lo que ello implica, claro. Pero antes, los siempre bienvenidos - y esclarecedores - detalles previos. Desarrollado y editado por Super Evil Megacorp, Teenage Mutant Ninja Turtles: Splintered Fate (que, en lo sucesivo, espero que sepáis entender que vamos a reducir a Splintered Fate) es un roguelike de acción protagonizado por nuestros quelonios favoritos. Sí, ya sabéis: Donatello, Michelangelo, Raphael y Leonardo. En esta ocasión, nuestras tortugosas aventuras nos llevarán a rescatar al Maestro Splinter, sensei de nuestros héroes, que ha sido secuestrado por, cómo no, el malvado Shredder y sus secuaces del Clan del Pie. No todo es tan sencillo como parece, no obstante, y unos portales de desconocido origen parecen ser los causantes de tan abyecto crimen no quedándonos más remedio que escoger a nuestra tortuga favorita - Michelangelo o Donatello si sois personas de bien - para lanzarnos a las alcantarillas. ¡Go ninja, go ninja, go!

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